Nunca delante de los criados
Frank Víctor Dawes
Hola amigos!Hoy les voy a comentar este libro que leí , porque me interesa saber sobre la época victoriana y sus costumbres, y este libro viene a derribar varios mitos , lejos de las versiones de la televisión como Downton Abbey.
En esas grandes mansiones o en las clases de gente adinerada, los sirvientes dormían en las buhardillas y trabajaban en los sótanos, tenían muy poca libertad, solo medio día libre y una vela para alumbrarse por las noches por semana.
Se les exigían jornadas interminables a cambio de sueldos muy bajos.
Las mujeres victorianas de las clases medias consideraban que consagrar su vida al ocio era fundamental para preservar su status, poner ellas mismas un trozo de carbón en la chimenea, tomar un plumero o tan solo abrir la puerta decepcionarían a sus maridos y les estarían quitando el empleo a alguien que lo necesite.
La servidumbre era el continuo tema de conversación con el acompañamiento del tintineo de las tazas de té.
Era incómodo pero innecesario vivir rodeados de criados, pues de surgir cualquier tarea seria hecha por ellos, la familia no debían mover un dedo, todo eso era natural tanto para los señores como los sirvientes.
Se daba por sentado que los criados tenían que ser casi invisibles o inaudibles cuando aparecieran por las zonas principales, no podían pasear por los jardines sin haber pedido permiso a los señores, y bajo ningún concepto cuando estén sus amos fuera. Tampoco podían silbar ni cantar.
No podían dar voces para llamarse entre ellos, ni podían sonreír ante una anécdota contada en una Reunión y tampoco demostrar que ya la habían oído.
Mary o Jane eran los nombres comunes, cualquier otro era considerado pretencioso, sino se utilizaba el apellido. Cualquiera que fuera su nombre se ignoraba, así iba perdiendo individualidad.
Si bien los sirvientes no eran parte de la familia se sentían protegidos y con un techo sobre sus cabezas, además de un pago de sueldo, mísero pero un sueldo al fin.
A cambio de un hogar, muchos se entregaban de por vida a estos trabajos y con una enorme lealtad para ellos. Su devoción por los dueños, en algunos casos, los acompañaba hasta la tumba.
Las doncellas no tenían libertad, status social ni privilegios. Los criados eran relegados al fondo del templo o a la galería porque de habérsele permitido sentarse en los bancos principales lo señores se irían a otro lugar donde escuchar el servicio. Igualmente debían concurrir a misa todos los domingos con sus empleadores.
El problema de como la servidumbre se desplazaba sin molestar a la familia se resolvió creando escaleras dobles y para ser llamados existían las campanillas con pulsadores o cordeles.
Las oscuras buhardillas donde compartían hasta las camas , los colchones con bultos, los tablones ásperos del suelo, los espejos manchados, los muebles desportillados , eran los lugares donde el criado iba solo por las noches luego de estar de pie desde antes del amaneces hasta que se acostara el ultimo integrante de la familia, alumbrándose con una simple vela que varias veces se apagaba por las corrientes de frio que corrían allí.
Tales actividades requerían mucho tiempo y se sumaban a otras mil y una tarea que mantenía ocupados a todos los empleados.
El libro es un retrato del trabajo domestico a lo largo de cien años, a partir de testimonios reales, por sus protagonistas, doncellas, mayordomos, institutrices, cocineros.
Los recuerdos son trágicos, cómicos, evocadores, ridículos o simpáticos pero siempre son tristes, en especial cuando son niños los que se empleaba.
Lo más interesante del libro son las historias reales que la conforman. El mismo autor fue hijo de una criada de esa época que habia comenzado a servir a los trece años.
Para muchos servir era la única vía de escape a la mendicidad o prostitución.
En la época victoriana hubo tantos sirvientes que se los consideraba una clase social.
Espero les haya gustado mi reseña y los espero en la proxima!!!!!!
Un enorme saludobúho!!!!!!